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Francisco Mayor Maestre - Perros, conspiración y calor

del 25 de agosto al 31 de octubre

Aurora Vigil-Escalera Galería de Arte se complace en presentar, del 25 de agosto al 31 de octubre, “Perros, conspiración y calor”, la segunda exposición de Francisco Mayor Maestre (Madrid, 1990) en esta galería.

“Reflejar lo cotidiano es, casi con seguridad, una de las mayores complicaciones para un artista porque en lo cotidiano sucede todo, sucede la vida, suceden las vidas, las pasadas, las presentes y las que llegarán. En lo cotidiano están las mayores ficciones, las mayores mentiras y claro, las más grandes verdades. En lo cotidiano estamos todos. Mayor Maestre se asoma con increíble naturalidad a esa ventana abierta a la que solo unos pocos saben dar la importancia necesaria, quizá porque ya se asomaba siendo un crío y hacía en el autobús el trayecto desde el extrarradio al centro de Madrid y ante él se abría un mundo cambiante cada poco metro, lleno de unos contrastes que comenzaron a habitar o dibujarse en su cabeza.  Ese asombro iniciático es el germen de todo lo que vendría después porque en la rutina de un viaje en bus está el universo entero. (…)

Yo no conocí al joven de la periferia, ni siquiera conocí al primer Mayor Maestre. Mi encuentro con él fue circunstancial, en alguna feria y probablemente mi cara delante de una de sus obras debió parecerse a la suya en aquel autobús. Miraba y miraba sus cuadros descubriendo en cada paso un detalle nuevo, una sorpresa, una inquietud. ¿Quién pintaba ese mundo tan real pero a la vez tan abstracto, tan familiar y sin embargo tan inquietante?. ¿Quién era el tipo que dejaba ver las costuras de sus lienzos sin miedo a mostrarse tal cual es?.

Si visitan una de sus exposiciones, también sirve adentrarse en este catálogo aunque no es lo mismo, comprobarán que las obras no se acaban nunca, tienen una tendencia al infinito, a la mirada infinita, a la posibilidad de volver a ellas y observar algo nuevo que había pasado desapercibido en una primera aproximación. Ese arte es, al menos para mí, tremendamente adictivo porque nos reta continuamente y nos pone a prueba. Eso no estaba ahí antes he llegado a comentar al levantar los ojos hacía obras ya vistas. Es, de nuevo, lo cotidiano, uno de los mayores trampantojos de la historia.

Yo he tenido la suerte de poder visitar su taller y es ahí, si me equivoco que me corrija estas palabras, donde más feliz es, y donde paradójicamente peor lo pasa. Cuando se bate en duelo con el soporte, convertido en territorio virgen, inexplorado en el que todo puede pasar y todo está por hacer. En la elección del color, del tamaño, del motivo, en esperar el flashazo de aquella niñez y sus viajes que tarde o temprano tomarán el mando de sus pinceles. En la furia de la pintura y en su propia furia abriéndose paso entre la materia, dejando un rastro del proceso, como miguitas de pan, que nos invita a seguir si nos apetece. Es probable que su primera pincelada sea visible cuando la batalla acabe y haya ganado el duelo. Lo de ganar no siempre sucede porque le he visto dudar y no estar satisfecho con lo que para el común de los mortales serían sonoras victorias, le he escuchado decir que iba a desechar algo para mí magnífico. (…). Si ustedes pueden ver estos trabajos es porque rozan la excelencia, en caso contrario descansarían en el taller esperando su oportunidad, esperando encontrar su camino. No quiero imaginar, ni quiero preguntarle siquiera, lo que habrá supuesto realizar esa obra de 190x300, “la revolución será de pago” (qué bien titula por cierto) la más grande que ha hecho nunca, la de horas y horas que habrá retrocedido esos pasos atrás, siempre necesarios para admirar cualquier cosa, le intuyo frunciendo el ceño de vez en cuando, dando vueltas y vueltas hasta dar con la clave, con el punto adecuado. Hasta volver a asomarse a la ventana del autobús, a la ventana de lo cotidiano.” -Fragmento del texto de Carlos del Amor para el catálogo de la exposición.

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